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Me acuesto a dormir con mi hijo hasta que se queda dormido, ¡y no me arrepiento!
Me acuesto a dormir con mi hijo hasta que se queda dormido, ¡y no me arrepiento!

HIJO

Me acuesto a dormir con mi hijo hasta que se queda dormido, ¡y no me arrepiento!

No hay nada extraño o malo en que el hijo desee contacto físico y estar lo más cerca posible del padre o madre.

Muchos padres disfrutan durmiendo con sus hijos en la cama. Es algo bastante común, sobre todo cuando son pequeños. Sin embargo, no es un tema a compartir con otros. El temor a ser juzgado, considerado mal padre o que el hijo se malascostumbre a la situación, lo hace ver como algo anormal.

No hay nada extraño o malo en que el hijo desee contacto físico y estar lo más cerca posible del padre o madre. Frecuentemente los bebés duermen en la misma cama o en una minicuna al lado de sus padres. Estos niños suelen demandar esa situación durante más tiempo, a excepción de que sus padres le hagan dormirse solo en su propia habitación.

Acostarse con el hijo hasta que se duerma

Los niños pequeños exigen mucho afecto y contacto. Desean estar constantemente con sus padres, jugar, preguntarles cosas, observar cómo actúan... Los pequeños se ven reflejados en sus padres e imitan sus acciones y comportamientos. Si el pequeño guarda intacto ese afecto hacia su padre le necesitará para todo, mejor dicho, le querrá junto a él.

Quedarse dormido junto al hijo es un acto de amor incuestionableQuedarse dormido junto al hijo es un acto de amor incuestionable

Quedarse dormido junto al hijo es un acto de amor incuestionable. Padre e hijo comparten otro momento en sus vidas. El niño siente el calor, escucha la respiración, agarra la mano del progenitor y se siente protegido y en calma. Muchas veces es precisamente el pensar en que algo les puede pasar, la soledad o inseguridad, lo que les hace sentirse inseguros.

No arrepentirse

El padre sabe perfectamente lo que siente y necesita su hijo. Está bien escuchar las recomendaciones de otros. No obstante, la educación de un hijo no puede resultar de los deseos o puntos de vista de otras personas. Los niños crecen muy rápido. Los años de la infancia pasan sin casi darse cuenta y disfrutar y vivir momentos con ellos enriquece a ambas partes.

El amor, vivir, compartir, crecer, enseñar y aprender... Todo fortalece la relación del padre con el hijo. El niño aprende. Pero también aprende el padre. Con el tiempo se fortalecen los vínculos, siempre y cuando exista dedicación y trabajo constantes. El hijo amará y admirará a su progenitor cuando en él vea la misma preocupación y protección. Resulta absurdo arrepentirse de algo que apetece sinceramente y de corazón.

Apostar por un tipo de crianza

Resulta una decisión muy personal criar a un hijo. Cada progenitor apuesta por las directrices que le parecen más convenientes para su hijo, incluso aquello que le haga sentirse más cómodo. Hay hijos que disfrutan del colecho, dormirse con sus padres en su cama y a la inversa. El problema radica cuando los padres se plantean que hacen algo mal. Cuando esto ocurre y pueden más los comentarios externos se pierde la libertad de decisión. En definitiva, se anula el momento puro de ambos.

El niño quiere estar con sus padres, sentirse feliz entre sus brazos y cariciasEl niño quiere estar con sus padres, sentirse feliz entre sus brazos y caricias

El niño quiere estar con sus padres, sentirse feliz entre sus brazos y caricias. Una educación basada en el contacto, el apego, la comunicación..., es una educación rica en valores. Es un error creer que se malcría a un hijo por quererle en exceso o por tener tiempo de intimidad juntos, como es el compartir la cama por minutos u horas. Padres que se quedan con el hijo hasta que concilia el sueño, se aseguran que logra una tranquilidad plena. Muchos siguen sus deseos y sin arrepentirse duermen toda la noche con él.

Familias diferentes actuarán de modos diversos. Inmiscuirse en la vida de otros no genera más que inseguridades. Dejar hacer es la premisa para los recientes padres. Conocer al niño sucede con el tiempo y actuar según los deseos y necesidades familiares es el objetivo que verdaderamente dará su fruto. No hay que compararse con otros ni pensar que la edad va con el ritmo de aprendizaje del niño. La evolución del menor es muy personal.

Disfrutar el momento y no pensar en el futuro

La gran equivocación en las doctrinas educativas de los padres es llevar algo a cabo pero sin total convicción por pensar que no es lo correcto. Creer que existe algo supuestamente "normal" o "debido" es precisamente lo más inapropiado. No hay un libro base en el que fijarse para educar a un hijo. Cada padre debe actuar ante sus principios, deseos y libertades. Sin embargo, no hay que arrepentirse de hacer lo que uno considera adecuado.

El hijo crece y vuela del nido. Aprovechar cada segundo a su lado es un privilegio. Llegará un día donde los abrazos y los "te quiero" se volverán menos frecuentes y se añorarán las etapas pasadas. El mayor de los logros para un padre será comprobar que no queda un resquicio de inacción ante lo que se deseaba. El remordimiento no aparecerá por haber hecho de más, sino de menos.

El instante de irse a la cama

Los padres pueden tener diferentes rutinas llegada la hora de irse a dormir el niño. Tras el baño, la cena, lavarse los dientes y ponerse el pijama hay que irse a la cama. Algunos padres deciden quedarse con sus hijos en su habitación o en la de ellos hasta que se duermen. Les cuentan cuentos, les hacen caricias o les susurran canciones.

Muchos padres solo tienen que estar ahí para que el niño se relaje y concilie el sueñoMuchos padres solo tienen que estar ahí para que el niño se relaje y concilie el sueño

Estas acciones son parte de la educación de los hijos. Los padres que se involucran toman conciencia de que los niños son personas indefensas que buscan el calor de la manada. Resulta contradictorio llevar al hijo nueve meses en el vientre y la noche de nacer dejarle apartado en la cuna, lejos del calor materno. Sobre todo las primeras noches -incluso meses-, el bebé demanda ese contacto. Está acostumbrado a sentir y escuchar a su madre y le pedirá con sonidos y lloros que no se aleje y lo guarde.

Muchos padres solo tienen que estar ahí para que el niño se relaje y concilie el sueño. En ese proceso los niños que están habituados a tener a sus padres siempre a su lado, perciben que se levantan y se van de la habitación. Eso les causa angustia. Otros optan por esperar a que sus hijos estén totalmente dormidos para irse. Es una situación difícil porque aunque les guste, probablemente tienen tareas que finalizar o descansar y su tiempo y paciencia se reducen.

Necesidad, no mal hábito

El hijo necesita estar con sus padres porque es pequeño, tiene temores, inseguridades, pesadillas... En la infancia hay que destruir los fantasmas que acechan en la noche e irrumpen en sus pensamientos haciéndole creer que puede quedarse solo y desvalido.

El niño no piensa en angustiar al padre, en darle trabajo, no es inmaduro, sino que ve como algo obvio que le acompañe. Solo conoce eso. Ha vivido siempre al cuidado y atención de los padres y necesitarles antes de dormir es importante para él. Si desde bebé ha sucedido así, lo ha incorporado a su vida como un hábito. En este caso es difícil que desee cambiarlo sin ayuda y con los días.

Si el niño se queda dormido plácidamente en la cama de su habitación el padre podrá levantarseSi el niño se queda dormido plácidamente en la cama de su habitación el padre podrá levantarse

Si el niño se queda dormido plácidamente en la cama de su habitación el padre podrá levantarse y dejarle una luz tenue o la puerta entreabierta. Cuando se quedan dormidos en cama de los padres pueden pasarse a la suya si se prefiere. Tanto padre como hijo se quedarán más tranquilos.

Al final de la jornada

Los padres tienen mucho que hacer y a todas horas. Desear que los hijos se acuesten temprano es una realidad y eso añade alguna hora más para desconectar del día. Muchos niños no se van solos a dormir y ocupan más tiempo en relajarse en la cama con el padre y abandonar el estado de excitación o constante juego.

No solo minutos, sino alrededor de una hora le lleva a algún padre conseguir que el niño se duerma. Abrazarse, pedir cuentos, dar vueltas, moverse, reírse, pedir besos... Cada niño sigue su propio ritual del sueño. En la cama -y dependiendo del carácter del niño y su estado de euforia-, el padre espera ansioso a que se quede en silencio y cierre los ojos.

Muchos días el agotamiento hará mella en el menor. Los padres se desesperarán por no poder dormir y sufrirán los despertares nocturnos y la pena del niño por no tenerles con ellos. Será difícil abandonar la cama cuando ese sea un aliciente de paz para el niño. Frecuentemente se despertará y llorará si no ve al padre con él. Pero esos momentos acabarán. Con el tiempo, el sueño se regulará y dormirá horas seguidas sin desvelarse ni añorar la presencia paterna o materna.

El hijo volará del nido

Pasados unos años el niño rechazará dormir con los padres. Deseará su independencia, su espacio, su cama y habitación. Llegará un día en que no demande besos y abrazos y se sentirá agobiado. Los padres no son conscientes que ese momento llegará y extrañarán lo anterior. Hay progenitores que cuando se ven en esa situación recomiendan as otros aprovechar el tiempo y no quejarse de tanto contacto y amor. ¿Qué hay mejor que la devoción y amor del hijo al padre?

Cuando el hijo vuele del nido llevará su mochila cargada de buenos momentos, de valores y aprendizaje imperturbable. El hijo habrá disfrutado de sus padres y tendrá la total certeza de seguridad, de afecto y de protección. Un niño que duerme con sus padres -o está un tiempo determinado con ellos en su cama-, no se vuelve una persona dependiente, todo lo contrario.

Los padres le están haciendo fuerte y estable emocionalmente. Le regalan una base llena de amor y consideración. El niño deja atrás su niñez habiendo madurado y enfrentándose al mundo sin miedo, lleno y confiado para compartir y querer del mismo modo a otros. Quienes reciben tanto amor no temen a las personas, desean estar con ellas, ayudar, compartir y empatizar.

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