Los valores cambian constantemente en una sociedad. Por eso, es muy distinta la moralidad que se tiene hoy en día a la que se tenía, por ejemplo, en la generación de nuestros padres o de nuestros abuelos.
Con los medios de comunicación y las nuevas tecnologías vivimos en un mundo interconectado, es decir, que la distancia entre países y las fronteras con los mismos quedan en ocasiones desdibujadas, al podernos enterar de lo que está sucediendo en todos ellos a tiempo real y, además, podernos poner en contacto con sus residentes, en cualquier parte del planeta en la cual se encuentren.
La realidad actual es la globalización
El hecho de que podamos viajar al extranjero más a menudo también ha contribuido a que tengamos curiosidad por conocer otras culturas, ya bien sea importando, además, sus hábitos alimenticios, con nuevos alimentos y platos que al final acabamos adoptando también como parte de nuestra dieta, así como también otras tradiciones, como las musicales, que podemos oír en cualquier lugar que nos encontremos de nuestro propio país, entre otras muchas tradiciones o costumbres ajenas.
Este cambio constante de información cultural hace mella en todos los habitantes del planeta, haciendo que algunos de los valores que tenían las generaciones anteriores a la nuestra deban verse modificados. Así pues, la educación de los más jóvenes debe ir acorde a esta nueva moral, con tal de poder aceptar un mundo en cambio constante, y poder vivir en paz y felicidad con todos sus integrantes.
La tarea de los padres es educar a sus hijos y darles las herramientas que necesiten con tal de poder llevar a cabo esta tarea de la mejor manera posible. Los progenitores son la influencia más grande en cuanto a valores y actitudes para los niños, así que su ejemplo será clave para su posterior desarrollo en la edad adulta, realizando actos y diciendo aquello que seguramente hayan oído en el hogar durante todo su crecimiento.
La escuela también juega un papel fundamental a la hora de completar la educación de los más pequeños. Por esto, las aulas y las asignaturas están continuamente en cambio, de manera que los pedagogos y los especialistas en educación puedan adaptar sus contenidos a la realidad que rodea a los alumnos. De este modo consiguen que puedan aprender todo aquello que precisan en la actualidad, para que les sea de provecho en un futuro no tan lejano.
Así pues, la educación intercultural es una realidad en muchas de las escuelas de todo el mundo, porque vivimos en un mundo interconectado, donde los países que antes podían parecer muy lejanos con gente distinta a la nuestra ya no lo están tanto y las nuevas generaciones quieren comprender y aprender a tener empatía con estos ciudadanos, con los cuales pueden compartir tantas cosas y hacer del mundo un lugar más justo y mejor para todos, respetando nuestras diferencias y apreciando lo que tenemos en común.
La educación intercultural en el aula
Lo que se busca hacer con la educación intercultural en la escuela es que los niños, desde los primeros años de su educación, sean capaces de comprender que existen culturas distintas a la local en el mundo y que debemos respetarlas todas, pese a estar de acuerdo o no con algunas de sus conductas.
Así pues, lo primero que se hace es informar a los niños de la realidad existente. Para ello estudiarán geografía, para saber localizar estos países en el mapa, y posteriormente pasarán a estudiar detalles culturales y sociales de algunos o de todos ellos. Poco a poco, a medida que el estudiante vaya madurando y adquiriendo información, será capaz de comprender que existen personas muy diversas en el mundo, pero que lo importante es aprender a convivir.
Los niños tendrán una visión general del mundo y serán capaces de comprender los diversos modos de pensar de cada una de estas sociedades. El hecho de potenciar la empatía hará que puedan desechar valores tan negativos como el racismo, la exclusión social o la discriminación por ser diferente. Por lo tanto, el hecho de incluir la educación intercultural en las escuelas es un acto muy positivo, ya que ayuda a los más pequeños a adquirir valores esenciales para poder convivir adecuadamente en sociedad y hacer del mundo un lugar mejor.
Además, al ver comportamientos que no le parezcan justos es posible que los estudiantes de escuelas con educación intercultural tengan ganas de tomar la decisión correcta y ayudar a estas personas que lo precisen, haciendo que algunas de las injustas situaciones actuales puedan ser remediadas y no sean repetidas por las generaciones futuras, como hicieron nuestros antepasados. Algunos jóvenes de hoy en día ya se están dedicando a luchar por la igualdad y por el bienestar presente y de los años venideros, como a favor del cambio climático o en contra de los conflictos armados.