Los gestos constituyen la base para una posterior adquisición del lenguaje verbal. Esto radica en una clara dificultad para el aprendizaje de los niños ciegos, al carecer éstos de una mirada al mundo en las primeras semanas de vida, tiempo en el cual se escuchan los primeros ruidos y se ven las primeras imágenes que poco a poco adquieren sentido y se van relacionando entre sí. De esta manera constituimos nuestro mundo, dando sentido y significado a todo aquello que en un principio no lo tenía.
El contacto físico, el mejor aliado
Al no visualizar a su interlocutor ni, por consiguiente, la gestualidad de éste, resulta imposible que el niño con ceguera imite los gestos faciales y corporales de quienes le rodean, encontrándose así con un obstáculo en su desarrollo del lenguaje y haciendo de la comunicación un reto.
No obstante, no se trata de un límite insuperable, pues existen otros factores influyentes como el contacto afectivo y el apego, creando una conexión entre el niño y la otra persona. El tacto se convierte en un vínculo para el pequeño, logrando una comunicación con los demás tan exitosa como la que lleva a cabo un niño vidente.
Y es que, aunque en los inicios puedan aparecer muchas piedras en el camino, la capacidad de superación y una serie de técnicas que explicaremos a continuación posibilitan la tarea de comunicación y permiten relacionarse a estos niños con su entorno mediante un lenguaje correcto y nada alejado del que presentan otros niños sin dificultades de visión.
El tacto para aprender conceptos
El problema llega cuando empiezan a darse una serie de referencias difíciles de comprender y adquirir para un invidente, como la idea de cerca y lejos, pues la comunicación deja de ser afectiva para responder a nociones del mundo circundante. Se trata de conceptos cuya comprensión precisa de ejemplos visuales, motivo por el cual en el caso de los niños ciegos son bastante complicados de explicar. Sin embargo, el tacto y el movimiento son las armas con las cuales estos niños aprenden e interiorizan las ideas, pudiendo prescindir de las referencias visuales. Por tanto, aunque el trabajo de aprendizaje alcanza un nivel de dificultad mayor, no nos encontramos ante un imposible.
La etapa verbal
El crío va evolucionando y con ello las necesidades del lenguaje. Llegamos a la etapa verbal, donde el gesto indicativo juega un papel de gran importancia, y es que el niño adquiere una nueva forma de comunicarse, dirigiendo la mirada en dirección al objeto nombrado, al tiempo que lo señala. Durante este proceso, el contacto físico es fundamental para que el niño invidente coja un objeto o lo palpe, pronunciando a la vez su nombre.
A pesar de la hipersensibilidad que experimentan estos niños, compensando de esta manera la falta del sentido de la vista, el enriquecimiento de su vocabulario depende en parte de las experiencias. Unas experiencias más limitadas pero que se ven compensadas al r elacionar unas palabras con otras, siendo la información visual sustituida por la verbal. Así, la ceguera no supone un impedimento para hablar y entender las palabras de los demás.
Los padres, imprescindibles en el proceso de aprendizaje
Llegados a este punto, es preciso señalar que no se puede dejar solo a un niño en estas circunstancias, por lo que los padres deben implicarse para lograr una comprensión en ambas direcciones. Es decir, tan importante resulta que el niño con ceguera entienda a sus padres como que los progenitores entiendan a su hijo. Es en este último caso donde suelen presentarse más obstáculos.
Mientras que en el caso de un hijo vidente los padres no se ven obligados a realizar un esfuerzo especial para interpretar sus gestos y comunicarse con él, en el caso de un niño que presenta ceguera esta aptitud debe desarrollarse expresamente. Y es que al no poder ver, no se produce un cruce de miradas, tan determinante en algunas circunstancias.
Es por ello que no se puede conocer con exactitud el nivel de atención que los niños ciegos prestan en cada momento, al ser sus gestos poco expresivos y, por tanto, de difícil interpretación. Esto requiere de un sobresfuerzo en los cónyuges, con el fin de detectar las emociones de su hijo. Cuanta más atención, cariño y comprensión se dedique al niño, mejor desarrollará el niño su lenguaje y la manera de expresarse.
A modo de resumen
En definitiva, el tacto y los sonidos son la base de la iniciación del lenguaje en los niños ciegos y que posibilitan un correcto aprendizaje, desarrollando su capacidad verbal hasta lograr una comunicación como la de cualquier otra persona sin problemas visuales.
Al carecer estos niños del sentido de la vista, desarrollan con mayor agudeza el oído y el tacto, y pese a los obstáculos que se presentan en los inicios de la etapa de aprendizaje, iniciación del lenguaje y su posterior adquisición, así como su desarrollo y evolución, el apego y la implicación de quienes le rodean, especialmente de los padres, hacen de lo aparentemente imposible unos simples tropezones que con el tiempo desaparecerán por completo dando espacio a una persona con las mismas capacidades verbales que cualquier otra.