El lenguaje de signos permite a las personas sordas relacionarse con su entorno, pero no siempre la comunicación resulta eficaz. Y es que no todos conocemos este lenguaje.
Es por ello que en el caso de los niños con una disfunción auditiva el día a día es fundamental para iniciarse en el lenguaje, siendo para los niños con padres sordos más fácil lograr una comunicación eficaz en ambas direcciones. Por su parte, los progenitores de niños sordos se ven sometidos a un sobreesfuerzo por comprender a su hijo en cada momento, y viceversa.
Primeros contactos lingüísticos
Al cumplir su primer año, los niños sordos son capaces de emitir las primeras señas, siendo tan comprensibles para los demás como las primeras palabras pronunciadas por un niño oyente. Esto se debe a la simplicidad de los gestos iniciales, en relación a su capacidad cognitiva y lingüística. La respuesta de los receptores es positiva, pero con el paso del tiempo aumenta la complejidad haciendo mella en el entendimiento y adquisición de los conceptos expresados por los emisores sordos.
Antes de emprender su camino en el desarrollo del lenguaje, niños sordos y oyentes exteriorizan unas vocalizaciones pre-lingüísticas similares, aunque en el caso de los primeros el balbuceo pasa desapercibido por las personas oyentes. En un primer momento los gestos juegan un papel fundamental para la comunicación, siendo después reemplazados en cierta medida por el lenguaje, ya sea el de señas o el oral.
Los gestos, imprescindibles en la comunicación
Además, los gestos se consideran los precursores de las señas, y conforman una pareja inseparable a lo largo de la vida, del mismo modo que acompañan al habla. Y es que en ciertas ocasiones debemos acompañar las palabras con los gestos para una comprensión más eficaz.
Pese a la gran presencia de los gestos en nuestro día a día, en las personas sordas resultan aún más necesarios. Los niños con sordera no solo los emplean para comunicarse con su entorno, sino también con ellos mismos. Así, interiorizan y constituyen su lenguaje y pensamientos.
Durante la etapa preescolar, los niños sordos que practican el lenguaje de signos en su día a día, es decir, están expuestos a él naturalmente al tener padres con las mismas dificultades auditivas, presentan una adquisición llamativamente rápida en realizar signos convencionales para referirse a ciertos objetos y acciones.
Poco a poco, al relacionarse también con otras personas de su edad que se comunican con su mismo lenguaje, los signos van evolucionando y mejoran así su manera de expresarse. De este modo, no solo logran hacerse entender sino que además el resto también les entienden, produciéndose una iniciación y posterior desarrollo del lenguaje exitoso.
Padres y niños: la unión hacia el aprendizaje
Debido a las múltiples complejidades del lenguaje, los niños sordos con padres oyentes tardan más tiempo en interiorizar los diferentes aspectos, en relación a otros niños sordos con padres que presentan sus mismas circunstancias o a los niños oyentes con padres también oyentes.
Entre el periodo de los 3 y 4 años, los niños tienden a generalizar en exceso algunos signos, como les sucede a sus iguales oyentes cuando aprenden sus primeras palabras, siendo a la mitad de los 4 años el momento de emplear las primeras inflexiones para referirse a un lugar y dirección (como pueden ser 'bueno' o 'malo').
Evolución del lenguaje
El significado subjetivo llega cuando a los signos les añaden expresiones faciales, siendo capaces con tan solo 4 años de describir cómo y por qué suceden las cosas, así como expresar sus sentimientos, gustos, intenciones o fines. Es entonces cuando los niños se sienten preparados para aprender las reglas gramaticales del lenguaje de signos.
Mientras que en circunstancias normales la adquisición del lenguaje supone un fenómeno natural aprendiéndolo desde niños de manera automática, en el caso de los niños sordos el proceso no resulta tan claro. Por ello, en este caso debemos referirnos a un aprendizaje del lenguaje, en lugar del desarrollo del lenguaje que muestran los niños oyentes.
Para los niños sordos el lenguaje supone un reto, en el cual deben incidir y esforzarse sobremanera. Un aliciente para que el desarrollo del lenguaje llegue de manera temprana a estos niños es proceder de padres sordos, pudiendo así establecer un lenguaje y adquirir las herramientas cognitivas y sociales las cuales se incentivarán en la escuela.
No obstante, los niños sordos de padres oyentes se encuentran en desventaja, pues solo reciben formación especializada en el colegio mientras en casa los progenitores presentan un sobreesfuerzo para integrar a su hijo en la sociedad de la mejor manera posible, implicándose en su evolución del lenguaje a través de las señas.
Comunicación visual y gestual
Es preciso apuntar la sensibilidad que muestran los padres sordos con hijos que sufren de su misma deficiencia auditiva, empleando un lenguaje no gramatical, y logrando una mayor eficacia en la comunicación en ambos sentidos. Por otro lado, los padres oyentes desarrollan estrategias no auditivas para comunicarse con sus hijos, como el contacto táctil.
Durante el primer año de vida esta práctica resulta fundamental para promover el lenguaje afectivo, aprendiendo el niño a comunicarse de una manera gestual y basándose en la visión. De esta manera, leer los labios o prestar especial atención al rostro o las manos supone una fuente importante de información.