Son muchos los expertos que recomiendan el método Montessori a la hora de educar a los niños porque, según los estudios, favorece el desarrollo de los pequeños. Este método fue ideado por María Montessori, una pedagoga italiana que defiende fervientemente que hay que respetar la individualidad de los niños, con todo lo que ello implica. Hay que respetar que cada uno de ellos tendrá un desarrollo diferente, en etapas distintas, y que deberán aprender a su propio ritmo; además, hace hincapié en que todos necesitan autonomía y cariño a partes iguales.
La pedagogía Montessori tiene muchos efectos positivos cuando se aplica bien. Básicamente, lo que propone es que sea el niño el que tenga un papel activo durante todo su aprendizaje, y que el adulto no sea más que un mero orientador. Dotar de tanta autonomía a los pequeños hace que su desarrollo sea progresivo, individualizado, y que, por regla general, acabe llegando a buen término. Porque si el niño se siente seguro en su propio entorno y se siente capaz de hacer prácticamente cualquier cosa que se proponga, su desarrollo será mucho más rápido. Este es el fin que persigue el método Montessori pero, por desgracia, no siempre se cumple; y es que, como suele suceder en toda la pedagogía en general, no es apto para todos los niños, ni para todos los padres, ni para todas las situaciones.
Si el método Montessori no se pone en práctica como debería, puede acabar provocando que el desarrollo infantil se entorpezca, e incluso favorecer que el niño tenga conductas completamente disruptivas. La base de esta pedagogía es saber ponerla en práctica, y establecer límites.
Sí, el desarrollo se puede ralentizar
Hay un problema al que se debe hacer frente en todo momento si se decide llevar a cabo la pedagogía Montessori y es que, en efecto, el desarrollo podría acabar viéndose entorpecido. La base de esta pedagogía es el ofrecer un desarrollo completamente personalizado a todos los niños, evitando la competitividad con el resto; gracias a este principio, no hay ningún tipo de presión sobre el pequeño, que vivirá viendo a los demás como compañeros y no como competencia. El problema es que el mero hecho de no tener competencia podría favorecer que se ralentizara su desarrollo, puesto que podría hacer que no tuviera ningún tipo de retos.
Cuando una persona no tiene una meta, no tiene un objetivo, o no tiene un listón que cumplir, puede acabar quedándose estancada. Es algo que le sucede a los adultos y, por supuesto, algo que también le puede pasar a los más pequeños. El truco está, en este caso, en ir planteando pequeños objetivos a corto plazo a todos los niños durante su desarrollo; en lugar de marcar estos objetivos mediante la competencia con sus iguales, se pueden marcar basándose en el desarrollo propio. No es algo sencillo, pero teniendo claro cómo funciona la pedagogía Montessori puede llegar a ser muy útil.
No se debe olvidar jamás que aunque se huya de las comparaciones y se pretenda dar a los niños una autonomía real sobre su desarrollo personal, a fin de cuentas a nivel social hay unas normas y unas pautas que deben cumplirse. Cuando llegue a la escuela deberá competir, en su día a día le enseñarán a hacerlo, y esto es totalmente contraproducente y no casa en absoluto con la pedagogía Montessori. Si el niño no se ha visto sometido a ninguna situación de este tipo, probablemente tenga problemas para hacer frente a algo así en el colegio, con lo cual, de nuevo, podríamos estar ante una ralentización de su desarrollo. Todo esto hay que tenerlo en cuenta en el momento en el que se educa a los pequeños, para que no haya problemas a largo plazo.
Otras desventajas del método Montessori
Una ralentización en el desarrollo no es el único problema que puede presentar este método, sino que hay otros que deben ser considerados por el adulto. El más importante es que, al permitir que sean los pequeños los que lleven las riendas de su aprendizaje, podrían acabar olvidando algunos conocimientos que a ellos no les gusten. No a todas las personas les gustan las mismas materias en la escuela, por ejemplo; con los niños pasa lo mismo. Puede que acaben centrándose en unos conocimientos determinados y olvidando el resto, con todo lo que ello implica. Por eso es fundamental que el adulto esté ahí para servir de guía, para poner retos y para marcar mínimos; la labor del adulto debe ser la de un orientador activo, y no la de uno pasivo, puesto que no debemos olvidar que los niños continúan siendo precisamente eso, niños.
A esto hay que sumarle que sin reglas, sin límites, algunos niños pueden acabar presentando conductas que acaben siendo disruptivas. El exceso de libertad puede acabar siendo tan perjudicial como la falta de la misma; el objetivo de este método es conseguir estimular la libertad de los niños, pero siempre sin olvidar enseñarles lo que es el respeto mutuo y la responsabilidad. Si se olvidan estos dos últimos conceptos, la libertad puede acabar siendo tan perjudicial para ellos como para su entorno.
¿Cómo se solucionan todos estos posibles problemas del método Montessori? En realidad, es muy sencillo: jamás se debe olvidar la labor del adulto como guía. Debemos ser nosotros los que, como responsables, marquemos su camino, les guiemos, siempre adaptándonos a su autonomía personal y a sus necesidades específicas, puesto que esa es la clave del buen funcionamiento de esta pedagogía. Si notáis en algún momento que su desarrollo se ralentiza, debéis poner en marcha técnicas para motivarlos, como ir proponiéndoles pequeños retos y objetivos; pero procurad adaptaros siempre a su realidad, a sus posibilidades, e ir poco a poco. Que sea el niño el que marque su ritmo, pero con vosotros como supervisores para que no haya inconvenientes.
El método Montessori ha demostrado ampliamente todas su ventajas, pero eso no implica que no tenga desventajas. Lo recomendable es leer mucho al respecto para así poder aplicarlo de la mejor forma posible.