Está claro que a nadie le gusta perder y los niños no iban a ser diferentes en este aspecto. Igual que hay que saber ganar también hay que saber perder y aceptar la derrota. Si no se le educa para ello de una manera adecuada es bastante normal que cuando el niño pierde, se enfade o llore desconsoladamente. Es por ello que es aconsejable el dar una serie de pautas al niño desde los primeros años para que consiga aceptar la derrota y que comprenda que el perder no supone el fin del mundo y que es algo normal que pasa de manera habitual en la vida.
Pautas a seguir para enseñar a los niños a perder
- Es importante en todo momento de la derrota y hacer entender al pequeño que perder tiene sus cosas buenas y malas. Hay que mirar el aspecto positivo de la derrota y quedarse con aquello que ayude a ganar en la próxima vez.
- Después de una derrota es bastante normal que el pequeño se desmotive un poco y baje los brazos. La labor de los padres consiste en volver a motivarlos al máximo para que la próxima los niños compitan al máximo y busquen la victoria.
- Aunque hay que saber ser competitivos, lo importante es participar y divertirse. El niño debe comprender que a lo largo de sus vida tendrá que competir en diversos campos de la vida y lo que debe importar es el divertirse y a partir de ahí seguro que vendrán las victorias y los éxitos.
- Aunque pierdan, los padres deben estar a su lado para animarlos todo lo posible y evitar que se sientan solos. Es importante que el niño se sienta arropado en todo momento a pesar de haber perdido.
Beneficios que supone el aceptar la derrota
Aunque pueda parecer mentira, el aprender a aceptar el perder puede aportar al pequeño una serie de beneficios que es importante tener en cuenta:
- Dejan de ser demasiado competitivos y aprender a divertirse del momento. Este aspecto es bastante importante ya que si son demasiados competitivos no disfrutan del momento y no saben apreciar lo conseguido.
- Al perder empiezan a aprender a afrontar las diferentes adversidades, lo que hace que se hagan más fuertes mentalmente.
- La autoestima se fortalece mucho y eso hace que la próxima vez que vuelva a competir lo haga con muchas más ganas y con más posibilidades de ganar.
- La vida es auténtica perseverancia por lo que no importa las veces que sufra una derrota. Hay que volver a levantarse e intentarlo con más ganas ya que al final la vitoria acaba llegando. Un niño perseverante conseguirá mucho más cosas que aquel niño que baja rápidamente los brazos.
- El perder hace que se fije más a su alrededor y le dé mucho más importancia al entorno. Si se vale de la ayuda de sus compañeros es mucho más probable que acabe triunfando y ganando.
Los niños a lo largo de su infancia van a perder y van ganar muchas veces. Es bastante normal que al igual que cuando ganan lo exterioricen dando saltos de alegría, al perder se apenen en exceso y tengan alguna que otra rabieta. El problema es cuando dicha conducta se vuelve destructiva y puede afectarle negativamente en todos los aspectos de la vida. En tal caso los padres son los encargados de hacerle entender que el perder es algo absolutamente normal que les pasa a todos los niños. Hay que saber levantarse y encontrar el aspecto positivo a la derrota. Con la ayuda de los padres y del entorno más cercano, el niño aceptará el perder y saber que habrá una próxima vez para ganar y conseguir la victoria.