La adolescencia es la etapa de la vida que incluye el momento en el que empieza a desarrollarse nuestro cuerpo en la pubertad hasta su culminación con el inicio de la adultez. Si pensamos en un adolescente lo primero que se nos viene a la mente es un montón de hormonas revoloteando alrededor de nuestro hijo. En el fondo no estamos muy alejados de la realidad porque las hormonas tienen un papel clave en la adolescencia y son las responsables en parte de los altibajos emocionales de ellos.
Todos hemos sido adolescentes y sabemos que a esas edades los sentimientos están a flor de piel. Es una etapa muy delicada porque psicológicamente son todavía niños pero en un cuerpo casi adulto. Es la etapa de experimentar, ganar independencia, vivir los primeros romances y divertirse con los amigos. A esas edades los adolescentes (o al menos en su gran mayoría) creen que se van a comer el mundo y que nada malo les va a pasar nunca, eso solo les ocurre a otras personas. Desgraciadamente sabemos que eso no es así, pero ellos no. Por eso, cuando se dan un golpe contra la realidad el dolor es mucho mayor.
¿Cómo podemos ayudar a nuestro hijo tras una ruptura con la pareja?
Hay que ser realistas, como padres poco podemos hacer. Ahora mismo la mayor fuente de apoyo para superar el dolor del adolescente son los amigos. La mayoría ni querrán hablar del tema con los padres, los esquivarán o simplemente negarán que les pasa algo, aunque nosotros sabremos que no es así. Otros sin embargo, pueden confiarles sus sentimientos a uno de los progenitores. Esto ocurre más frecuentemente en una relación madre-hija.
De todos modos, tampoco podemos pretender cambiar mucho la situación, nuestros consejos serán escuchados a medias y tenderán a hacer más caso a los amigos, aunque lo que les digan no sea nada nuevo y ya se lo hayamos dicho nosotros mil veces. Un ejemplo típico: una pareja lo deja y uno de los miembros lo está pasando muy mal ("¡Voy a estar sola/o el resto de mi vida!"), el padre le anima diciendo que hay muchos peces en el mar y que pronto encontrará a alguien que le quiera más y le trate mejor. ¿El resultado? El adolescente en el mejor de los casos solo se creerá a medias sus palabras ("¡claro! ¿qué me vas a decir tú? ¡si eres mi padre!"). Ellos creen que los padres no somos objetivos por no hacerles daño, y en el fondo tienen razón, nunca diríamos nada que les hiciese sufrir o si lo hacemos intentamos "maquillar" un poco la realidad.
Con esto no decimos que no haya nada que podamos hacer para ayudarles en una ruptura, ¡claro que si! ¡Los padres podemos hacer mucho! Pero no debemos esperar milagros de un día para otro, es un proceso lento que dependerá de cómo sea la personalidad tu hijo, el ámbito social en el que se mueva, su madurez emocional y sobre todo de su autoestima.
1. No le presiones
Aunque veas que tu hijo lleva encerrado en la habitación días y no quiere hablar con nadie no le agobies. Déjale algo de tiempo para que supere el dolor. Tiene que pasar por un periodo de duelo, piensa que los adolescentes viven las emociones con mayor intensidad. Solo dile que puede contar contigo para lo que sea y que quieres ayudarle en todo lo que puedas. Nada más. Si le intentas sacar las palabras con sacacorchos solo se cerrará más en banda.
2. Tan solo escúchale
Si tu hijo confía lo suficientemente en ti acabará acudiendo a tu lado para contarte lo sucedido. Llegado ese momento debes escucharle sin juzgar, ahora mismo necesita desahogarse no una persona que le haga reproches, le juzgue o le diga lo que hacer. ¿En serio es necesario un "ya te lo dije", "¡es un aprovechado!" o "mejor sola que mal acompañada"? Tan solo escúchale, abrázale y estate a su lado, recuérdale que siempre vas a estar ahí y nunca le digas lo que hacer a no ser que te lo pida él/la expresamente.
Por último, si "la culpa" fue de él/la no le digas lo que hizo mal, solo conseguirás que en un futuro no vuelva a contarte nada porque sabrá que tu primera reacción será criticarle a ella o a su ex pareja.
3. Ayúdale a ganar confianza
Tras una ruptura la autoestima de la persona cae por los suelos, sobre todo si fue la pareja quien dio el primer paso al romper. Si ese es el caso de tu hijo tienes que recordarle lo mucho que vale y animarle a que se dedique más tiempo a sí mismo. Por ejemplo, puedes decirle que todo ese tiempo que dedicaba a la pareja lo dedique ahora a estar con los amigos, que retome sus hobbies ahora que está más libre, que se centre más en las cosas que le gusta, etc.
También refuérzale cada poco, no se trata de que estés todo el día detrás echándole piropos pero uno o dos al día de manera sutil nunca vienen mal. Si ha dejado de arreglarse proponle un cambio de estilo, en el corte, peinado, ropa... O mucho mejor ¡pídele consejo!, dile que quieres comprar algo que necesitas y que él/la como está más al día puede ayudarte (unos zapatos, una falda, un cámara de fotos, un ordenador...). Haz que se sienta útil, que vea que valoras su consejo.
4. Ayúdale a centrarse en el presente y futuro
Todos sabemos que dar vueltas al pasado solo hace que suframos más. Hazle saber que comprendes que se sienta mal, que es totalmente normal y que vas a dejarle tiempo, pero que vas a estar ahí siempre que lo necesite, dándole apoyo incondicional, ¡y no le vuelvas a sacar el tema de conversación a no ser que sea tu hijo quien lo haga! En vez de eso proponle planes nuevos para los fines de semana (¿qué tal una fiesta de pijamas con las amigas?) o se algo más flexible con los horarios de regreso a casa, en estos momentos es preferible que no esté mucho tiempo a solas para evitar el dolor.
5. ¿Y si vuelven juntos?
Su novia/o le ha tratado mal, sabemos que no le conviene y que lo van a volver a dejar en un futuro. Sin embargo, nuestro hija/o no lo ve así y apuesta por una segunda oportunidad. En estos casos no podemos hacer absolutamente nada, solo observar de lejos y rezar para que el golpe futuro no sea muy grave. Decirle que no vuelva o que hace mal es una medida desesperada que alejará a nuestro hija/o de nosotros, porque en el caso de que duren nuestro hijo nos lo echará en cara, y si lo vuelven a dejar no nos pedirán ayuda por miedo a que se lo reprochemos.
Por último, mucho ánimo y paciencia a todos los padres que estén pasando por una situación así. Verlo como una oportunidad de practicar la empatía y poneros en el lugar de vuestro hijo, pensad en que os hubiese gustado que os dijesen a vosotros vuestros padres.