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Qué hacer si mi hijo tiene una rabieta en un lugar público
Qué hacer si mi hijo tiene una rabieta en un lugar público

AFRONTAR LOS BERRINCHES

Qué hacer si mi hijo tiene una rabieta en un lugar público

Los berrinches en público son muy incómodos para los padres, ¿cómo actuar ante ellos?

Estamos en la tienda y por enésima vez nuestro hijo nos pide que le compremos una tableta de chocolate. Nos negamos a comprársela y entonces, comienza el berrinche: empieza a gritar, a llorar y a patalear y parece imposible de calmar. Un día de verano, en la playa, la bandera está roja. Nuestra hija pequeña aún así insiste en bañarse. No vale de nada mostrarle que no hay gente en el agua. En plena rabieta la niña grita, lanza arena y parece que toda la playa se queda mirándonos.

Primer día de cole. Mientras todos los demás niños parecen encantados con sus mochilas, nuestro pequeño se niega a entrar y en pleno berrinche en la calle lanza mensajes del tipo: "Mamá no me dejes", "no quiero ir, por favor", "no seas mala", etc.

Los berrinches y rabietas, son típicos en los niños y, quien más quien menos, ha sufrido alguna como padre o madre o recuerda haberla pasado en su infancia. Si no nos acordamos no importa, seguro que algún abuelo o abuela se encarga de recordarnos el mal trago que en alguna ocasión le hemos hecho pasar.

Las rabietas son normales a los 2 ó 3 años, a partir de esa edad deben evitarseLas rabietas son normales a los 2 ó 3 años, a partir de esa edad deben evitarse

En la época de los dos a los tres años de vida de los niños estas rabietas son típicas y relativamente frecuentes. En esta etapa los pequeños comienzan a ser más independientes y se encuentran con situaciones frustrantes al chocar con las normas y órdenes que deben empezar a cumplir, como si hablásemos de un breve anticipo de la adolescencia. Además, a esta edad los niños aún no han aprendido a controlar por completo sus emociones y a menudo, se sienten mal y no saben por qué. Por eso a veces las rabietas también pueden presentarse sin una causa aparente.

Sin embargo, más allá de los tres años las rabietas también pueden darse y es importante actuar con firmeza para que éstas no se extiendan en el tiempo, más allá de una edad considerada "normal", en torno a los cinco o seis años.

Rabietas en casa y en la calle

Cuando la rabieta sucede en casa es aparentemente más fácil de controlar y de actuar. Sin embargo, cuando sucede fuera de casa o en la calle, la cosa empeora. Parece que todo el mundo se queda mirando y vemos actitudes que pueden ir desde la risa cómplice hasta una profunda desaprobación. En primer lugar, tenemos que tener claro que esto no debe afectarnos. Si tenemos una vía de actuación que es la que seguimos en nuestra casa, debemos mantenernos firmes también fuera de ella. Si no, el aprendizaje del niño será rápido: "en casa no puedo portarme mal, pero si grito o empiezo a llorar fuera de casa o en la calle, consigo lo que quiero". Si dejamos que este mensaje se incorpore al pensamiento de nuestros hijos, estamos perdidos.

Por tanto, las miradas de los demás, las iniciativas para ayudarnos o "enseñarnos" a controlar a nuestro hijo (tan propio de personas mayores desconocidas), deben importarnos poco. Como decíamos, todo el mundo ha sufrido un berrinche, tanto de niño como protagonista como de adulto con nuestros pequeños. De modo que, paciencia.

No debemos consentir que el niño consiga su propósito, porque aprenderá que la rabieta es una buena víaNo debemos consentir que el niño consiga su propósito, porque aprenderá que la rabieta es una buena vía

Muchos padres se preguntan qué hacer ante un tema que está muy presente en la actualidad. ¿Dar o no dar cachetes a los niños? Seguramente, entre todas esas personas que miran habrá alguno que deje oír un "eso con un buen cachete se arreglaba". En cambio, otros nos mirarían escandalizados si lo hiciéramos. Hay que tener en cuenta, que por un ligero cachete puntual ningún niño va a quedar traumatizado de por vida. De nuevo, quién más quién menos ha recibido alguno en algún momento de su vida, y aquí estamos... Sin embargo, no es menos cierto que dar cachetes, especialmente en estos momentos en los que los niños están fuera de sí, no es la mejor manera de actuar, simplemente, porque lo más probable es que no sirvan de nada, o que en ese momento parece ser efectivo, pero al poco otra rabieta vuelva a aparecer.

Qué hacer ante una rabieta en público

Desde la Psicología del Desarrollo y del Aprendizaje, está muy estudiado el tema de cómo hacer desaparecer o incrementar las conductas. Hablamos de castigos (aquello que hace disminuir conductas) y de refuerzos (lo que las hace aumentar). Unos u otros pueden ser positivos (si se da algo) o negativos (si algo se quita). Así, un castigo negativo consistiría en quitar algo apreciado para el niño, buscando reducir la conducta deseada. El cachete sería un castigo positivo, ya que le estamos dando algo que no le gusta, para eliminar este comportamiento. La Psicología nos confirma que la mejor manera de reducir las rabietas y los berrinches es a través de castigos negativos y siempre intentando reforzar las conductas opuestas, dándole un repertorio de comportamientos alternativos al berrinche.

En primer lugar, retirar la atención es primordial. En el momento de mayor intensidad del berrinche es total y absolutamente imposible intentar hablar o negociar con el niño. Podemos decirle en varias ocasiones: "no compraremos chocolate porque ya tenemos en casa"; "no te puedes bañar porque hoy está prohibido y es peligroso"; "tienes que ir al cole porque hoy es tu primer día y lo pasarás genial". Pero intentar hacerle entender estos mensajes cuando el niño está fuera de sí y no hace otra cosa que llorar, especialmente en la calle donde la situación es aún más descontrolada, es un esfuerzo en vano.

La clave es mantenernos firmes, aunque pasemos vergüenza en la calleLa clave es mantenernos firmes, aunque pasemos vergüenza en la calle

En este punto es en el que los padres seguramente pasarán peor rato. La gente nos mirará y quizá algunas personas digan "¿por qué no hace nada?". Si prestamos atención al niño, le intentamos consolar y sobre todo, si le damos lo que quiere, estaremos reforzando su conducta y, por tanto, manteniéndola en el tiempo y aumentando la probabilidad de que se repita.

Mantenernos firmes es la clave

Desatender sus demandas, gritos y llantos es lo mejor. Cuando el niño se vaya calmando (lo que puede durar varios minutos haciendo necesario cargarse de paciencia), entonces sí podremos explicarle lo que veamos conveniente y ofrecerle una conducta alternativa. "Ahora no te voy a comprar chocolate, pero si dejas de llorar puede que al llegar a casa comamos un poco del que ya tenemos"; "No podemos bañarnos en la playa, pero si quieres puedes hacer castillos de arena"; "Hoy tienes que quedarte en el cole y, cuando te recoja, iremos al parque". Todo con tal de que el niño, en el momento del berrinche, no se salga con la suya. Si ya es un poco mayor, una vez que todo haya pasado, deberemos recordarle la importancia de no volver a hacer eso, explicarle el mal rato que hemos pasado nosotros y dejarle claro que, al final, no le ha servido de nada.

Este tira y afloja puede darse en repetidas ocasiones. Pero si desde la primera rabieta nos mantenemos firmes, la posibilidad de que aparezcan de nuevo es mucho menor.

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