La muerte de un ser querido es una situación tremendamente dolorosa para la familia y amistades más cercanas. Los rituales como los funerales y el tanatorio hay quien lo rechaza, pero para otras personas supone una ceremonia que les ayuda, poco a poco, a ir sobrellevando y comenzar a aceptar la pérdida. En estas situaciones, cuando tenemos que acudir a un velatorio o funeral y tenemos niños pequeños, o éstos son familia cercana de la persona fallecida, nos queda una duda: ¿pueden acudir los niños a estos rituales, o es mejor que no lo presencien? Seguramente hayas visto a alguien criticar que haya adultos que acuden con niños a este tipo de eventos, o tú mismo o misma hayas sido objeto de controversia. Por eso mismo, aclararemos lo que opinan los expertos en psicología infantil sobre este asunto.
La muerte es algo natural y que tenemos en común todos los seres vivos en general, y los humanos en particular. Sin embargo, la manera en que entendemos, nos enfrentamos y aceptamos la muerte difiere mucho entre personas, familias, culturas e incluso momentos temporales. De por sí, la muerte no es algo que tenga que generar un trauma en los niños y niñas, pero es muy importante la manera en que les enseñemos esa parte de la realidad y de nuestra naturaleza. En realidad, están más preparados de lo que pensamos para afrontar este tipo de acontecimientos. Hace no tantos años era común que los niños acudieran a estos rituales funerarios, vieran a los muertos, se les velara en sus propias casas y rezaran por ellos. Pero hoy en día la muerte se ha trasladado del hogar a los hospitales y tanatorios, por lo que los niños no se tienen que encontrar con ella de manera necesario.
Hay muchas personas que, de manera intuitiva, o por el propio significado que tenga para ellas la muerte, consideran que exponer a los más pequeños a un ritual de despedida de este tipo es perjudicial para ellos. No es algo que debamos reprochar, sino que cada padre y cada madre hace lo que cree más conveniente para sus hijos e hijas. Sin embargo, si lo que tienes son dudas, no debes temer por llevar a tus hijos a un funeral o a un tanatorio. La manera en que lo hagamos dependerá de la edad de la criatura, pues su idea de la muerte y la manera en que debemos explicársela cambiará a medida que va creciendo.
Niños y niñas de 0 a 3 años
A esta edad los niños y niñas no tienen constancia de lo que es la muerte, y no la van a entender por mucho que se lo expliquemos. En ese caso, si necesitamos acudir unos minutos a un tanatorio para dar el pésame y marcharnos, pero no podemos dejar al bebé con otra persona, podemos llevarles. Mucho rato implicaría que el bebé o el niño empiece a llorar o se agobie si ve mucha gente,
Niños y niñas de 3 a 6 años
A esta edad los niños pueden empezar a entender que una persona que se ha muerto no va a volver. Pero debemos explicárselo de manera muy clara y sencilla, y con un lenguaje directo, sin dar lugar a dobles sentidos. Si les decimos que la abuela o el tío "se han ido", pueden no entenderlo (¿se ha ido a dónde? ¿Cuándo volverá? ¿Y si se ha ido por qué no vuelve?), por eso es mejor decir que esa persona ha muerto y que no va a volver. A esas edades pueden creer que la muerte es reversible, por eso podemos aclararlo mejor diciendo que el cuerpo de la persona fallecida ha dejado de funcionar. Les puede costar entenderlo, pero para ello es importante responder de manera honesta y sencilla a todas las preguntas que nos puedan hacer. Si somos religiosos, podemos usar la expresión de que esa persona "se ha muerto y se ha ido al cielo, un lugar del que no pueden volver pero en el que serán felices".
En cuanto a ir al tanatorio o al funeral, los expertos recomiendan que esa decisión debe ser exclusivamente del niño o niña. Le diremos que es un sitio donde despedirse de la persona, si es alguien cercano. Allí es muy importante estar siempre a su lado, hablar con calma y responder a todas sus preguntas. Le iremos explicando qué es un tanatorio y qué verá allí: personas que se reúnen para despedirse de la persona fallecida, flores, etc. y que la gente está llorando porque está triste. Es mejor que sea en un momento en el que haya pocas personas y que sean conocidas. Con esto será suficiente para que el niño o niña se despida, y si al funeral va a acudir mucha gente, entonces sí que es mejor que le dejemos en casa con alguna persona de confianza.
Niños y niñas de 6 a 9 años
A esta edad tendremos en cuenta las mismas recomendaciones que en edades anteriores, aunque ahora entenderán mejor qué es la muerte y que la persona fallecida no va a volver. Pero si nunca han ido a un tanatorio o a un funeral, haremos lo mismo: explicarles qué es, qué verán allí, cómo se sienten las personas que se encuentran en la sala, que la persona fallecida está en una caja, etc. En el funeral, lo mismo.
Les preguntaremos si quieren acudir o no y respetaremos siempre su decisión, sea positiva o negativa. Ya se encuentran preparados para participar en los rituales funerarios, por lo que debemos permitirles, si quieren, hacer cualquier cosa que deseen para despedirse del difunto (por ejemplo, algunos hacen un dibujo, llevan un juguete como regalo, etc.). Es verdad que hay ocasiones en las que en el tanatorio se encuentra la caja del difunto abierta y se le puede ver. Los niños deben elegir si quieren verlo o no, y responder, como decíamos, a cualquier pregunta. Si notan que sus padres, o sus cuidadores, estamos tranquilos y serenos, ellos no lo verán como una experiencia traumática.
Respecto a las emociones de las demás personas, debemos adelantarles que estarán llorando porque echarán de menos a la persona fallecida. Sin embargo, no es agradable cuando uno de los familiares expresa sus sentimientos gritando o de alguna otra manera, por lo que en ese caso es mejor que los niños no lo presencien.
A partir de los 9 años
Los niños y niñas a partir de 9 años ya son plenamente conscientes de la muerte y su forma de afrontarla se parece a la de las personas adultas. Les dejaremos que se expresen como necesitan, y tenemos que explicarles que ante la muerte hay personas que lloran y otras que no, y que cada una reacciona de una manera, y que no deben sentirse mal por cómo lo hacen ellos. Si es la primera vez que se enfrentan a una pérdida de este tipo, les explicaremos cómo comportarse en el tanatorio y en el funeral, y cómo será, para que vaya con seguridad.
Nuevamente, el niño o niña tendrá preguntas. Diferentes a las de niños más pequeños, pero al fin y al cabo se encuentran algo desconcertados. Podemos llorar con ellos o mostrarles nuestra sorpresa y shock ante lo ocurrido, para que entiendan que son sentimientos normales. Quizá no quieran acudir al tanatorio, funeral o entierro, entonces debemos respetar su decisión.
El momento del entierro
El tanatorio y el funeral es una cosa, pero ¿y el entierro? En este caso, aunque los psicólogos indican que se puede explicar de antemano cómo es y qué ocurrirá en el entierro, en este momento concreto, tan doloroso, podemos elegir nosotros si no queremos que nuestros hijos acudan. Es la fase de los rituales en la que las personas cercanas al difunto más sufren, pueden tener reacciones más expresivas, como los gritos o el llanto desconsolado, y entendemos que no queramos que nuestros hijos lo presencien. Son muchas las personas adultas que no acuden al momento del entierro por el malestar que les genera.
Si queremos que nuestros hijos empiecen a conocer la muerte y todo su ritual, entonces podemos llevarles y explicarles todo antes, durante y después del entierro.
Los niños prefieren participar
Una de las razones por las que es positivo que los niños acudan a tanatorios y funerales es que se sienten partícipes del ritual familiar cuando la persona fallecida es cercana. Ellos también sufrirán por no volver a ver a esa persona, por lo que apartarles sin que ellos quieran mantenerse al margen puede hacerles creer que sus sentimientos no están al mismo nivel que los del resto de la familia.
También les ayuda a despedirse del difunto, lo cual supone una fase de transición entre la pérdida y el acostumbrarse a vivir sin el ser querido. Si no, pasarán directamente de tener a esa persona un sus vidas a saber que nunca más la verán, algo que puede resultar demasiado brusco.
Como decíamos al inicio, la muerte no es vista de la misma manera en todas las culturas ni en todos los momentos temporales. Por eso, no supone un trauma por sí misma, sino la manera en que la expliquemos a los niños. Si intentamos ocultar la muerte y no hablar de ella, llegará a la vida de los niños de manera mucho más repentina, y pueden pensar que entonces, en cualquier momento, puede morir alguien cercano o incluso ellos mismos.