Si tu hijo no es capaz de despegarse de ti o de tener ataque de rabietas cuando te vas, es excesivamente introvertido e intenta evitar cualquier situación social, si tiene miedo constantemente, o sólo en algunas situaciones concreta, se queja de un constante dolor de estómago o de cabeza o experimenta ataques de pánico, la respuesta es sí. Tu hijo está pasando por episodios de ansiedad.
Pero no te preocupes, la ansiedad es muy común tanto en niños como en adultos. Para ser exactos al rededor del 20% de niños y adolescentes van a pasar por episodios de ansiedad lo largo de ésta etapa. Pero a veces puede volverse más estable y alterar nuestro funcionamiento normal, y otras no. Depende, sobre todo, de cómo se afronte.
Tanto si identificamos esta situación en nuestros hijos o hijas, o si pasa desapercibido porque trata de esconderlo, debe recibir ayuda. Tristemente, si no hacemos frente al problema de ansiedad, esta puede o volver a nuestro hijo o hija más miedoso ante el mundo, o llegar a desembocar en problemas peores como puede ser la depresión, lo que, por supuesto, les hará perder oportunidades en su vida privada, su carrera o sus relaciones, y sin duda hará que decrezca su calidad de vida.
Las buenas noticias: ¡La ansiedad puede tratarse con buenos resultados!
Los padres juegan un rol esencial cuando se trata de ayudar a sus hijos a lidiar y tratar con al ansiedad. Cuando las habilidades relacionadas con afrontar las situaciones y el comportamiento general son premiadas y recompensadas cuando se practican en casa, los niños pueden aprender cómo enfrentar sus miedos, pueden aprender a tomar riesgos razonables y en última instancia, ganar confianza en sí mismos.
Para empezar a saber cómo lidiar con tu hijo ansioso, tenemos que tener en cuenta que la ansiedad es un trastorno que puede desembocar en ataques de pánico y que no es un capricho del niño. Se trata de una situación que causa síntomas físicos en el cuerpo de tu hijo y que no puede evitar.
Cuando tenga un ataque de ansiedad, no intentes traquilizarle con palabras
En estas situaciones, tu hijo o hija tiene miedo y tú, sin embargo, sabes que no hay nada a lo que temer, por lo que le dices "Créeme, no hay de qué preocuparse". Y arreglado ¿no?
Todos quisiéramos que fuese así de simple, pero tus palabras caen en oídos sordos y no sirven para nada. Pues realmente no son los oídos el problema. Tu hijo te escucha, y no hay otra cosa en el mundo que quiera hacer más que fiarse de ti y seguir adelante sin miedo, pero no puede interpretar la situación como segura. Durante los periodos de ansiedad se da una rápida liberación de químicos y cambios en el estado mental muy seguidos para asegurar la supervivencia. Uno de los responsables de ésto es el córtex prefrontal, la parte más lógica del cerebro, que se queda en stand-by mientras que las zonas más emocionales se sobre-activan.
Pero esto nos ocurre a todos cuando estamos en una situación de incertidumbre, además este miedo es ha generado por cómo el niño o niña interprete la situación o el estímulo que le provoca ese miedo. Así que tampoco es algo tan automático, simplemente tiene que aprender de nuevo a sentirse seguro ante esos estímulos (por ejemplo, el hecho de que quedarse solo en casa, o si tiene que ir al colegio), y eso se va consiguiendo poco a poco.
En otras palabras: a tu hijo le resulta muy complicado prensar con claridad y entender lo que le dices, usar la lógica o incluso realizar tareas sencillas. Así que ¿qué puedes hacer en vez de querer racionalizar lo que le ocurre?
Quédate quieto, pon las manos sobre sus hombros e inspira profundamente un par de veces con tu hijo. La respiración profunda puede ayudar a revertir la respuesta del sistema nervioso.
Empatiza con él o ella, ya sabes que la ansiedad da mucho miedo, tu hijo quiere saber que eres consciente de ello, déjaselo claro. Evalúa la situación y cuando tu hijo se calme intenta pensar en soluciones posibles. No te martirices, no es tu culpa. Eres un padre o una madre excelente intentando darle las herramientas a tu hijo para que pueda controlar sus miedos.
2. Hazle ver que las preocupaciones, a veces, están bien
Recuerda, la ansiedad es muy dura, pero tu hijo no tiene por qué sentirse mal por pasar por ella, así que hazle saber que todos esos miedos y preocupaciones que tiene, en el fondo, tienen un propósito. Hazle ver para qué sirve, explícale que nuestros ancestros salían a cazar y recolectar en un ambiente muy hostil y que por ello el miedo los salvaba de ser atacados por algún animal salvaje y por ello salvaba sus vidas. Es cierto que a día de hoy no necesitamos esa barrera protectora, pero sí tenemos aún esa función que nos ayuda a escapar de las situaciones de peligro, y nos provoca inquietud o preocupación. El miedo.
El miedo es un mecanismo de protección que nos ayuda a sobrevivir al peligro, enséñale que todo el mundo tiene miedo a un ataque de vez en cuando y que tiene que aceptar ese sentimiento como algo natural al que tiene sobreponerse.
3. Deja que tu hijo exprese sus preocupaciones
Ya sabes que ignorar la ansiedad no ayuda. Pero traer sus miedos a colación y personificarlos puede ayudar a que el niño o niña se dé cuenta de que en realidad el miedo es más amigable de lo que él piensa y puede con él. Haz un personaje que ejemplifique la ansiedad y deja que tu niño pueda interaccionar con él cuando crea que no puede con sus miedos él solo, a modo de guardián. Ésta táctica de personificar al miedo puede potenciar las funciones más lógicas del cerebro.
Otra buena recomendación es que le enseñes a ser un buen detective y a que identifique en la vida diaria cuales son los factores reales que le dan miedo. En muchas ocasiones no será capaz de encontrarlos y descubrirá que sus miedos son infundados, lo que también ayudará a que aplique lógica y el razonamiento a esas situaciones.
Si ves que el problema continúa, el mejor profesional que os puede ayudar es un psicólogo. Éste marcará las pautas para ir superando esos miedos y ataques de ansiedad, y propondrá también técnicas de relajación para aprender a controlar los síntomas físicos.